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Lluis García en Kultur Etxea de Hondarribia |
Lluis García, Consultor de Patrimonio Inmaterial de UNESCO, ofreció una conferencia que versó sobre la contribución del patrimonio cultural inmaterial al desarrollo sostenible, dentro del II Foro de los Patrimonios que se viene realizando en Kultur Etxea de Hondarribia, impulsado por el Ayuntamiento de Hondarribia y la Fundación Arma Plaza con la colaboración de la Asociación de Hostelería de la ciudad, que reproducimos sintetizada aquí.
Lluís Garcia Petit
El desarrollo sostenible es una de las principales preocupaciones de nuestro tiempo y desde la UNESCO se trabaja desde hace tiempo por contribuir a ese desarrollo desde el ámbito del patrimonio cultural. Más de 25 años después de la primera definición de “desarrollo sostenible”, existe un gran consenso entre la comunidad internacional y científica en torno a la idea de que no se trata únicamente de un desarrollo económico que respete el medio ambiente para no hipotecar las posibilidades de las generaciones futuras, sino que es necesario tener en cuenta los aspectos sociales y culturales de ese desarrollo, en el sentido de que debe contribuir igualmente a un desarrollo de las sociedades. Así pues, el desarrollo sostenible se compone de tres dimensiones: ecológica, social y económica.
Por otra parte, la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, de la UNESCO, tiene como objetivo la preservación y la transmisión a las generaciones futuras de nuestras tradiciones orales, nuestras canciones, músicas y bailes tradicionales, nuestras costumbres sociales y fiestas, nuestros conocimientos relacionados con el medio ambiente, y nuestras artesanías tradicionales. Esa preservación es esencial para el mantenimiento de la diversidad cultural de la humanidad y debe ser igualmente una garantía del desarrollo sostenible.
Pero ¿cómo puede el patrimonio cultural inmaterial contribuir al desarrollo sostenible? Un proyecto llevado a cabo en Cataluña entre los años 2009 y 2011, dedicado a establecer una metodología para el inventario del patrimonio cultural inmaterial en las reservas de la biosfera a partir de la experiencia llevado a cabo en el macizo del Montseny, dio como fruto, además del inventario de 297 elementos y de la propia metodología, un documento en el que lleva a cabo una primera concreción del modo en que el ese patrimonio puede impulsar el desarrollo sostenible. Ese proyecto fue inscrito recientemente por la UNESCO en el Registro de Mejores Prácticas de la Convención del Patrimonio Inmaterial. Las principales conclusiones de ese documento son que cualquier elemento del patrimonio cultural inmaterial puede contribuir al desarrollo sostenible, aunque ello dependerá en buena medida de la gestión que de él se haga sin perder de vista que, en cada contexto, en cada territorio, habrá algunos elementos que estarán en mejores condiciones de lograr esa contribución. Lo fundamental es enfocar esta cuestión desde una perspectiva global, en la que las distintas acciones que se lleven a cabo para promover ese desarrollo sostenible contribuyan de manera equilibrada a las tres dimensiones: ecológica, social y económica.
Por otra parte, la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO también tiene por misión contribuir al desarrollo sostenible y afecta en buena medida al patrimonio cultural inmaterial en algunos de los ámbitos en los que trabaja, como la artesanía, la música o la gastronomía. En éste último campo, tan identificado con la cultura vasca, acaba de presentar su candidatura a “ciudad UNESCO de la gastronomía” la ciudad noruega de Bergen donde esta misma semana ha tenido lugar un congreso internacional sobre la contribución del patrimonio cultural al desarrollo sostenible. Bergen cuenta con una tradición pesquera secular, que ha dado lugar a unos métodos ancestrales de conservación del pescado en las duras condiciones ambientales de su entorno y ha desarrollado también una gastronomía basada en esos productos. Cuenta además con distintas instituciones que trabajan con visión de futuro en ese ámbito, por ejemplo identificando los valores nutritivos de cada pescado y explorando sus posibilidades de contribuir a una alimentación más sana. Con estos elementos y basándose en la colaboración sólida de todos los sectores implicados, ha sabido construir una candidatura ambiciosa que podría llevarla a incorporarse a esa red de ciudades creativas de la gastronomía formada actualmente por cinco ciudades del mundo. Si lo consigue, lejos de de relajar la ilusión que la ha movido, deberá ser capaz de mantenerla viva para superar los retos que se ha planteado. Esta es al menos una de las recomendaciones que la ciudad sueca de Östersund formula, desde su experiencia de tres años en la red, a las ciudades que deseen plantearse ese escenario.